viernes, 22 de abril de 2011

Estacionamiento aculatado



Ser tridentino es agotador. Yo también fui “joven y bonita” con 20 años, ortodoxamente promiscua, y me encantaba que me sonsacasen pecados en la fila india de las juventudes ultracatólicas. Recuerdo bien a “Conchita”, íntima por aquel entonces y que recién salida del seminario acudió en noviembre de 2005, subida en un autobús de Priscillas dirección Barcelona, a cumplir su sueño de aparcar en doble fila junto el papamóvil. Como llegaron temprano y la misa de campaña se celebraba a media tarde se refugiaron todas en la Sauna Condal porque supongo que habría estreno de nueva finlandesa con reclinatorio felatio feliz. Me contó emocionada aquel viaje una noche que coincidimos en la zona cruising que había entonces un poco más abajo de la Virgen de Las Angustias, ahora desmantelada. Hacía un frío terrible y nos refugiamos en la arboleda sentaditas en un banco bajo un magnolio a charlar como buenas amigas. De entre el follaje apareció entonces un franciscano de buen año a quien Conchita odiaba con todo su espíritu porque durante unos ejercicios se llevó de calle a un jesuita ceñido en unos Levis de maravilloso paquetón hernioinguinal. El Señor lo quiso así. Se sentó con nosotros a pesar de todo, y no hubo tiempo suficiente para meditaciones porque cruzando el puente se acercaba “La Juandina” que recién había estrenado la noche con una especie de aborigen. Había vuelto a salir con alevosía por el portón de carga y descarga de su comunidad y se dio de bruces con él en plena calle. Vaya suerte. Y cómo no, nos dio el beso de Judas limpiándose la comisura de los labios. Aquellos labios que dictaban el nuevo evangelio:
- Nosotras aquí y las parroquias vacías… Me parto el culo de risa…!!!


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