jueves, 28 de abril de 2011

Vichy Catalán

Mi querida Ana María Matute recibió ayer el premio Cervantes de las letras. Un adusto premio novel panhispánico que, a mi entender, ella no necesita, ni muchísimo menos su obra. Por qué los lectores somos tan ingenuos al pensar que el buen escritor es aquel que se (a)sienta detrás de una botellita de Font Vella (premio pandillacadémico -Nivel 1. Clase media-baja-), o de Solán de Cabras (premio institutopandémico -Nivel 2. Clase media-alta-), o de Vichy Catalán (premio editobjetodedeseo -Nivel 3. Me forro).
Joyce en su maltrecha vida no obtuvo el menor reconocimiento, y ahora exhuman su nombre para galardonar a otros, y a Gabriel Celaya (Premio Nacional de las letras) su distinción no le salvó de morir en la indigencia. Son paradojas del mundo en que vivimos. La literatura sometida al mercantilismo se reconoce a lo largo de todo el siglo XX y ahora se consolida como factor determinante en la distribución editorial. El escritor que pretenda hacerse rico seguro que lo consigue haciendo -por correspondencia- un sencillo curso de patronaje industrial.
Yo sería mal jurado, por hipocrático. 



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