Ya no me gusta
quedarme de pie en el metro y atusar mi pelo reflejado en el cristal de la
ventana porque exhibe un poema adhesivo. Ni yo ni nadie del vagón se atreve a
despegarlo y frotar con alcohol el resto de pegamento. Maldigo los versos de
Mario Benedetti hasta Principe Pío. Los leo del revés, descuento palabras,
identifico recursos manidos. Una lata de
melocotón en almíbar. Quien han decidido por mí que la cultura debe estar en el
trayecto de un metro es imbécil selectivo. Tan imbécil y selectivo como el
metro del poema. …”estación en curva.
Tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén”… Me apeo de la poesía adherente.
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