domingo, 8 de mayo de 2011

AD DIGNITAS PERSONAE

La pluma Montblanc, modelo para la Edición de Escritores, en laca jaspeada color verde oscuro realzada por adornos plaqué platino, creada en homenaje al librepensador irlandés George Bernard Shaw era, precisamente, lo que andaba buscando. Rogó a la dependienta que la extrajese de la vitrina. La chica se enfundó unos guantes de raso blanco impoluto y limpió cuidadosamente la estilográfica con un pañito de gamuza antes de mostrársela. Quedó maravillado. Confirmada la venta, la introdujo en su molde de terciopelo, cerró el cofre y lo envolvió en papel de gasa. El día anterior había encargado unos pliegos de celulosa canadiense de alto gramaje, color sepia y con una gran capacidad de absorción que evitaba las concentraciones de tinta. Se los traían del almacén en ese momento. Satisfecho con sus compras se marchó a casa.
El escritorio de Su Excelencia era de caoba maciza. Tallado en bulto. Sin una brizna de polvo. Un vade de piel bovina, un tintero viejo París y un candelabro de lágrimas Swarovski se disponían sobre la mesa en forma de triángulo equilátero. Tomó asiento, redujo la inclinación del respaldo y acercó el sillón a la mesa. Extrajo de la bolsa su flamante Bernard Shaw, su exclusivo papel y plenamente inspirado comenzó a redactar un ensayo que titulaba así:
“La nueva doctrina de la fe: Bioética. AD DIGNITAS PERSONÆ”


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