domingo, 11 de septiembre de 2011

Coma. Punto y aparte


Llegué a pensar incluso que estaba tocado por la “suerte” de marcharse sin avisar. Estupefactos se han quedado algunos cuando les hablaba de su mirada cadavérica imperceptible a ojos de los demás; otros, estoy seguro, guardarán cortésmente mi excentricidad para los futuros descréditos inherentes a la extinción del afecto, tan común en los casos de  confrontación con el discurso paranoide de una persona desesperada. No me importó, seguí diciendo idioteces y llorando con desdén o sin él, viendo que la única persona que amo seguía inconsciente en la cama de un hospital rescatada por tubos de plástico conectados a sofisticadas máquinas con display azul ultramar. Sólo podía ver un cuerpo humano disolviéndose, injertado a las raíces mecánicas de una planta venenosa e impregnado en notatum.
Después de dos meses vuelve a estar a mi lado. Y la sensación de confort es apabullante al verlo despierto relamiendo su vigilia, relacionando de nuevo ideas y objetos que se revelan imprecisos, desafiantes. Hecho durante cuarenta años, si te deshacen de pronto compruebas que las piezas desgastadas no encajan cómodamente. Buen momento para elegir la transgresión, pero ante tanto esfuerzo decidimos construir de nuevo el puzzle  mirando fijamente las plantillas, las fotografías, radiografías y registros de voz existentes, las decisiones ya tomadas con respecto al mobiliario. Aún así le invito a todas horas a viajar, a arrojar las representaciones por la ventana, a deconstruirnos lentamente, a vivir sin tutorial, a improvisarnos de una vez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario