Ser tridentino es
agotador. Yo también fui “joven y bonita” con 20 años, ortodoxamente promiscua,
y me encantaba que me sonsacasen pecados en la fila india de las juventudes
ultracatólicas. Recuerdo bien a “Conchita”, íntima por aquel entonces y que recién
salida del seminario acudió en noviembre de 2005, subida en un autobús de Priscillas dirección Barcelona, a
cumplir su sueño de aparcar en doble fila junto el papamóvil. Como llegaron
temprano y la misa de campaña se celebraba a media tarde se refugiaron todas en
la Sauna Condal porque supongo que habría estreno de nueva finlandesa con
reclinatorio felatio feliz. Me contó
emocionada aquel viaje una noche que coincidimos en la zona cruising que había entonces un poco más abajo de la Virgen de
Las Angustias, ahora desmantelada. Hacía un frío terrible y nos refugiamos en
la arboleda sentaditas en un banco bajo un magnolio a charlar como buenas
amigas. De entre el follaje apareció entonces un franciscano de buen
año a quien Conchita odiaba con todo su espíritu porque durante unos ejercicios
se llevó de calle a un jesuita ceñido en unos Levis de maravilloso paquetón
hernioinguinal. El Señor lo quiso así. Se sentó con nosotros a pesar de todo, y
no hubo tiempo suficiente para meditaciones porque cruzando el puente se
acercaba “La Juandina” que recién había estrenado la noche con una especie de
aborigen. Había vuelto a salir con alevosía por el portón de carga y descarga
de su comunidad y se dio de bruces con él en plena calle. Vaya suerte. Y cómo
no, nos dio el beso de Judas limpiándose la comisura de los labios. Aquellos
labios que dictaban el nuevo evangelio:
- Nosotras aquí y
las parroquias vacías… Me parto el culo de risa…!!!
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