Eva cometió su pecado confeso
sin tener en cuenta que aquel “pero” (que tantos disgustos le acarreó) caería
en manos de un señor californiano que transformó su despreciable significado
machista en el icono tecnológico del táctil paraíso siglo XXI. La cosecha del
árbol prohibido, clonado con éxito en Silicon Valley, ha sido generosa y seguirá
abasteciéndonos del dulcísimo placer del pecado per secula seculorum. En el cielo analógico no deben dar abasto
instando a Lucifer a que nos lleve consigo a todos usando alguna aplicación
tridentina instalada en su iphone de carcasa incandescente, tan de moda en Estigia.
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